martes, 22 de diciembre de 2009

Tercera llamada

Me estaciono, apago los faros, salgo del carro y me dirijo a entregar la batería que me encargaron hace menos de media hora en un local cerca de la central camionera. Son las 6:45, pero ya en diciembre: la noche llega temprano. Como siempre: camino acompañado con mis pensamientos, aún así es imposible no notarlo. Una aparentemente venerable mujer de pelo blanco, con una bolsa de vinil roja colgada del antebrazo y un papel enredado entre los dedos; mientras me miraba pasar: lloraba.

Como hubiera hecho en cualquier otra ocasión en la que la gente hace cosas para las que no estoy preparado: sólo pasé sin mirarla. Ante una situación tan poco normal, y tan ajena a mí: sólo necesitaba tiempo para entender qué sucedía y decidir como reaccionar.

Con los datos que hasta ahora tenía, había dos posibilidades: Era una persona con un problema serio, o era alguien que trataba de llamar la atención deliberadamente quizás para pedir limosna. Siendo ella una mujer que rondaba los 60 años y siendo yo tan duro para ayudar a limosneros: pensé que no representaba ningún peligro para mí, y que por mínima humanidad debí haberle preguntado si podía ayudarle en algo. Otra razón de no haber actuado era por mi regla de no meterme en lo que no me importa, pero, rebobinando un poco: recordé que la señora no trató de esconder su llanto al verme, quizás deseaba que yo me entrometiera.

El primer paso estaba dado, ahora sabía como actuar. Si la suerte así lo decidía; tendría ahora la oportunidad de hacer las cosas como Dios manda. Entregué y expliqué los pasos a seguir para el cuidado de la batería. Al cobrar me di cuenta que tenía que regresar al carro por la nota de la batería.

La mujer ahora estaba siendo atendida por un policía. Definitivamente el mundo no está tan mal como a veces creemos. Como el asunto era algo de lo que yo era parte: puse atención: Alcancé a entender algo de Guadalajara, falta de dinero y colonia Tabachines.

-Así es el destino- pensé. Ahora que sabía que hacer: llega alguien y se lleva las palmas. Desembarazado del asunto: regresé resignado a la tienda con las notas para terminar con mi tarea y seguir siendo feliz.

La vida es un desfile de cosas inesperadas, lo comprobé un minuto después. Al salir de la tienda al carro: ya no estaba el policía y sí la señora. Mi misión ahora estaba entendida, sólo faltaba ese pequeño paso de cómo explicarle a la señora que la había visto llorar y que necesitaba una explicación de lo que ella hacía en un lugar público en un país libre.

Romper el hielo no fue difícil, ella estaba sentada en la escalera por la que yo tenía que pasar hacia el carro, y ella misma comenzó con su explicación sin que yo tuviera que mencionar palabra.

Ella era una mujer de trabajo, le iba mal porque su esposo estaba enfermo, tenía cáncer y lo tenían que operar para cortarle un pedacito -sí, el alcohol- reconoció -sabe que nadie me quiere ayudar- explicó -En Guadalajara nadie me ayuda, y por eso me vine para acá, yo les pido trabajo: ayudarles a barrer o fregar, pero nadie me ayuda y por eso a veces me pongo a llorar- se disculpó.

La verdad es que me parecía poco creíble que alguien saliera de su tierra a probar suerte sin siquiera cargar para el pasaje de regreso. También increíble me parecía que una mujer tan desgraciada hubiera pasado todo un día sin conseguir suficiente dinero para el regreso, digo, estamos hablando de alrededor de $60 pesos. Lo que yo pensé al ver su llanto: es que se había quedado por causa de que ya no hubiera camiones, cosa que también era falsa porque quedaban al menos 3 corridas más, aunque yo no estaba consiente de eso por que la oscuridad me había cuatrapeado el horario.

¿Por qué me quedé entonces? bueno, traigo cierta necedad de comprobarme que puedo tener un mínimo de empatía con desconocidos, aparte de que mi mujer seguido me reprende por ser tan escéptico de las cosas que, aunque no tengan pruebas, se ve que son ciertas. Además que siempre se encuentra uno con gente tonta que hace cosas increíblemete tontas y es la causa de que necesiten de ayuda más seguido de lo normal. Y reconocer que, hasta ahora, aunque me había inspirado algo de compasión; no me había pedido dinero.

De alguna forma se las averiguó para que ahora yo tratara de darle soluciones. Le quería dar a entender, con palabras amables: que uno no debe ser tan tonto, recurrir a amigos, familiares y vecinos siempre, aunque sea vergonzoso: es más seguro y fácil. Y eso de viajar para conseguir ayuda, y a una ciudad más chica... Pero, obviamente el mejor consejo de cómo haber hecho las cosas, no era lo que ella necesitaba en éste momento.

Quizás por inspiración divina: se me ocurrieron un par de buenas ideas de lo que ella podía hacer para pasar la noche sin que yo tuviera que desembolsar dinero, y, tuve la suerte de que me planteó las cosas en una forma tan desesperante, que los $20 pesos que estaba yo dispuesto a darle: no le solucionaban nada.

Ella rebatía cada posible solución con respuestas que no sonaban a esa luchadora del destino que unos segundos antes se me había presentado -nadie me quiere ayudar- o -el gobierno no ayuda- Respondía.

Su plática era errática, en vez de concentrarse en lo que íbamos avanzando sobre qué hacer: se concentraba en regresar a sus quejas. -Yo no soy mujer de la calle, no me puedo quedar en la calle- repetía. Estuve a punto de preguntarle entonces qué necesitaba. Por mucha desconfianza que me daba su forma de actuar: no se me hacía bien dejarla así, por lo menos hasta estar seguro.

Un policía fue el que llegó a aclarar las cosas. Bastó el que notáramos que se acercaba, para que la señora tonta, la desesperada que no veía luz en su camino ni solución fácil: repentinamente se llenara de seguridad y lucidez.

-Entonces sí, agarro el camión ahí donde usted me dijo, sí voy a hacer eso que usted me dice, gracias. -Fue su cortante modo de despedirme. Esperé un momento mientras el policía llegaba -Mejor aproveche que ya llegó él y cuéntele lo que le pasa, ellos están para ayudar- Fue mi modo de vengarme.

Dos sentimientos diferentes me llevé de camino a casa: Satisfacción de haber sido el privilegiado y único espectador de una excelente actriz con un mal guión, y una duda que me pone chinito: El tiempo invertido en contarme su historia, y ese nivel de actuación; no eran para sacar para un taco, quiero decir: si todo hubiera salido como ella lo planeaba: ¿qué esperaba conseguir?