El día
comenzó con la voz de mi papá que nos despertaba a mí y a mi hermana “niños ya levántense, vamos con mamá que les
compró un hermanito”
Recuerdo
que ya se veía bien amanecido. Mi hermana y yo nos levantamos de un movimiento
y sin hacernos del rogar. Dormíamos en la misma cama, y por alguna causa, la
imagen de ese amanecer es de las pocas de ese año que se guardaron en mi
memoria.
A
riesgo de estar revolviendo recuerdos: en 1978 se veía en nuestra televisión de
bulbos de blanco y negro, el programa de “La familia Monster.” Era Nochistlán
Zacatecas y por allá todavía pasaban los arrieros con sus burros y su carga por
las calles de entre las casas. Teníamos un vecino que tenía motocicleta y un
par de vecinos que tenían carro, aunque la cantidad de vecinos era mucho mayor
que tres. Lo que pasa es que en ese entonces, los carros no eran algo necesario.
Yo era
un niño de 5 años y un mes que todavía se contentaba con monedas de cobre de 5
centavos para ir a la tienda a ver qué ajustaba. Mi mamá comenzaba a conocer
las canas en su cabeza y nos pagaba un centavo por cada una que le quitáramos.
La moneda más chica era de 5 centavos, pero si juntábamos 5 canas, ya teníamos
una moneda.
Así,
más o menos era el mundo cuando él llegó.
El
resto que recuerdo de ese día es que fuimos al hospital a conocerlo. Mi mamá
estaba en la cama y los demás la rodeábamos. El niño pasaba de unos brazos a
otros y alguien me lo acercó para que pudiera verlo. Recuerdo comentarios de
que no abría los ojos y nadie sabía de qué color los tenía. La voz de sorpresa
de mi tía Genoveva decía que los había abierto, pero nadie le creyó porque para
cuado los demás vieron, los había cerrado nuevamente.
Tener
un hermano es algo especial. Ser hermano mayor es algo especial. Llega alguien
que queda enlazado a ti, que va a ser parte de ti para el resto de tus días,
sin que lo escojas, sin que siquiera haga falta que tengan gustos parecidos, o
el mismo tipo de amigos. Al tiempo te das cuenta cómo se juntan con una misma
persona tanta cantidad de recuerdos compartidos. Buenos y malos.
En mi
caso, a los 5 años recibí el regalo de ser hermano mayor. Nunca, ni al paso de
los años y de la experiencia, comprendí completamente lo que eso significaba.
Hice mal las cosas bastantes veces, pero qué se puede esperar de alguien que no
recibió instrucciones, y que además sólo era 5 años mayor.
El
regalo tenía un límite, sólo 33 años. Aprovechados o no, sin aviso previo; un
día se separó hacia el camino que no se junta más con éste.
Entonces
es cuando comprendes muchas cosas. Lo hecho con él ya está hecho. Pero se queda
más gente aquí, que también ha enriquecido mi vida. Y hubo de ser así, para que
ya no tenga yo el pretexto de no haber recibido instructivo.
Es
curioso cómo llegan a tu vida las lecciones más importantes.
¡Un
saludo Servando! Donde
quiera que estés.
Mi hermano para siempre, con o sin cumpleaños.