Tal vez no sea esta mi mejor decisión, pero escogí éste medio, y éste día para confesarlo. Válganme decir también, que con algo de pena.
Todo comenzó en un día de trabajo como todos, en el que llegué a la empresa de un cliente por un trabajo de rutina: sólo unas programaciones (cosa de 5 minutos de trabajo efectivo). Tardó más el encargado en darse a entender para explicarme y en salir para atenderme, que lo que iba a durar yo en realizar ese pendiente. Y todo iba bien, hasta la parte en la que se acordó: "oye, ¿y podrías dejarme unas lineas listas para conectar el internet?"
Sé que va a ser difícil que me crean, pero lo primero que hace mi cerebro cuando alguien me sale con un cambio tan drástico: es armarse con cientos de razones para explicarle a mi cliente por qué hoy no es el mejor día para hacer ese tipo de instalaciones, y es que un trabajo de 5 minutos, por un detallito que habían "olvidado" platicarme mi cliente: se convierte en un trabajito de 4 horas, como sucedió con éste caso.
De por sí, realizar el pedido de mi cliente ya es un trabajo; pasarme el rato lidiando con mi cerebro acerca del por qué sí o por qué no debería estar aquí, y qué con el cliente que ya tenía cita para éstas horas desde hace más de una semana... Pero en fin, así es mi chamba, y por eso soy tan apreciado por los clientes (por lo menos por esos a los que no les quedo mal con las citas).
Para explicarme un poco: Una de las oficinas donde ocupaban la conexión no tuvo problemas, pero para la segunda (la que estaba más difícil), entre todos los cables que llegaban a ella: no había un triste par que me sirviera. El lugar por donde pasan todos los cables de las oficinas está en la parte de arriba del segundo nivel, y la oficina en la que se necesitaban, estaba en el primer nivel. Había que poner un aparato rastreador de cables en la primer planta y subir y bajar escaleras al segundo nivel donde está instalado el conmutador, luego a la parte de arriba del segundo nivel que es por donde pasan los cables, y que tiene, como atractivo adicional: que ¡ni siquiera hay escalera! Tengo que subir una escalera de aluminio, abrir el techo (plafón) y andar entre el segundo nivel y el techo de lámina de la nave industrial. Que aparte de todo; es la parte más calurienta y reducida de la planta. Y tampoco tiene una bóveda en la que se pueda caminar; tengo que andarme por las barditas y pidiéndole a Dios no olvidar dónde pisar y dónde no para evitar caerme.
Pues pasa que entre tanto andar para allá y para acá: se fija uno en cosas. Por ejemplo: la sala de juntas, en la que quedaban unas pocas personas y un proyector encendido que mostraba algunos datos. Unos minutos después; y el proyector ya apuntaba hacia la esquina de la pared, y dos personas haciendo números en un pintarrón. Después sólo alguien con una computadora portátil y la mayoría de las luces apagadas. Hasta que la dichosa sala quedó vacía de almas y de luces, con sólo el recuerdo de haber servido de algo unas horas antes y unos platos de frutas y otros de galletas tan abandonados como la ahora triste sala.
Cuando ves comida olvidada en un lugar donde sólo huele a plástico caliente (que es la materia prima de ésta fábrica), y sabes que la comida más cercana está más o menos a dos horas, y son ya como las 2 de la tarde... Bueno, la tentación es grande y la carne es débil. Y aún así, robar no es nada fácil, después de repensarlo varias veces para animarme, tuve que correr más de 3 metros adentro de la sala de juntas hasta donde estaba ese plato con apetitosas manzanas, tomarla, esconderla dentro de mi camiseta y subir la escalera de aluminio para llegar hasta mis dominios, para así poder esconderme como fiera en su cubil a saborear mi presa, fruto de la rapiña y la carroña. Mientras tranquilizaba mis nervios de ser encontrado por alguien en los pasillos, al subir la escalera, o aún aquí en mi territorio y sin saber qué cara poner ante tan bajos actos puestos al descubierto.
He pues aquí mi confesión y he aquí la prueba:

¡Es increíble lo rápido que un criminal se acostumbra a su nuevo estilo de vida!
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