viernes, 23 de julio de 2010

Un gusano o medio gusano

Otra vez la comida. Ésta vez; duraznos.

Estamos a finales de julio y mi familia se va una semana a la casa de mi suegra. Tenemos un durazno en la banqueta y nos estuvimos esperando a que estuvieran maduros para poder disfrutar las mieles del esfuerzo de haberlo cuidado todos éstos años. Como ellos ya se van y el árbol se va a quedar solo por una semana; sabemos que los vecinos nos van a ayudar con la cosecha para que no tengamos esa preocupación al regreso.

Bueno, hoy que llegué a comer: mi mujer y los niños me recibieron con dos cubetas de la fruta y anécdotas acerca de la pisca; cómo les cayó uno en la cabeza al estar juntando otro, cómo caían y tenían que correr a alcanzarlos por el declive de la calle. En fin, al terminar mi comida; ya estaba decidida mi mente hacia mi postre. Me hice de tres, los primeros tres que probaría en éste año.

Después de lavarlos: fui a mi taller-estudio-rincón, tomé el libro que estoy leyendo y así reflexionaba y saboreaba entre letras y fruta recién cosechada. El tercer durazno estaba un poco aguado de un lado. Pensé en el palo y los golpes que habría costado llegarlo a la cubeta. Mientras continuaba leyendo y saboreando este que resultó el más jugoso de los tres: ciertas fibras entre la pulpa del durazno; exigieron mi atención. Eran blancas, muy parecidas al color de la pulpa, de un tamaño que no alcanzaba los dos milímetros, muy delgaditas. Pero lo realmente llamativo; era que se movían.

Mientras reflexionaba en éste nuevo tema: mastiqué inconscientemente un par de veces más lo que ya tenía en la boca. Pensé en los higos (alguna vez leí que para madurarse necesitan haber criado una larva de avispa en su inteior, ya que sus pistilos los tienen hacia adentro). Pensé en éstos pequeños seres que no conocen de cochinadas, excepto por lo que ellos mismos saben hacer. Pensé en sus entrañas y por alguna razón pensé en camarones. Pensé en las proteínas extra y en la cantidad de insectos que se dice son comestibles, en los gusanos de maguey que me prometí alguna vez probar. Y en el hecho de que ya la mitad de ese durazno estaba en mi estómago.

Quizás fue la prisa que no me dejó tiempo para saber si estaba tomando la mejor decisión, dado que la saliva ya estaba comenzando con el proceso de la digestión. Quizás el espíritu aventurero que me ataca de cuando en cuando, o quizás haya opiniones que crean que en realidad fue la mejor decisión para tal evento. El asunto es que en pleno uso de mis facultades mentales (sea lo que eso signifique), ese día, de forma totalmente voluntaria: me comí posiblemente uno o dos gusanos de durazno.

Por si las dudas y para mi descargo: la parte de durazno que todavía me quedaba: terminó sus días en el cesto de basura.