sábado, 27 de noviembre de 2010

42,195 meros. A una semana.

Tal vez el libro "El peregrino" de Paulo Coelho dice muchas cosas interesantes. Bien, pues entre todas esas cosas que dice, lo que se me quedó fue una frase que no tiene nada de extraordinaria, la repite varias veces cuando describe la aventura del camino de Santiago de Compostela: "El camino de Santiago era para la gente común"

Después de casi haber completado el entrenamiento para el maratón, y a una semana de que estemos ya preparando maletas para salir rumbo a Mazatlán: Recapacito en la idea de que cumplir con una meta así, es cosa de gente común. La parte difícil viene a ser el tener un plan de qué hacer paso a paso, y así hacerlo: paso a paso.

Resumiendo un poco lo que han sido éstos 4 meses desde que comencé a entrenar: Levantarme poco antes de las 6 de la mañana, vestirme, salir a correr como todos los días, y regresar a bañarme para estar listo para llevar a mi hija a la secundaria a las 7:30. Donde la parte difícil, tenía que ver con levantarme temprano, y, quizás un poco la constancia de hacerlo 6 días a la semana sin fallar. Cosa que en realidad no era difícil. Sólo había que levantarse un poco antes de las 6 de la mañana, salir a correr como todos los días y regresar a bañarme para estar listo para llevar a mi hija a la secundaria a las 7:30.

La idea de haber metido éste tema al blog, era pensando en que iba a ser una aventura digna de ser contada, y aunque no me arrepiento de ningún segundo gastado en éste entrenamiento, y aunque tal vez esté cantando victoria antes de tiempo; la verdad es que no fue la empresa monumental que llegué a imaginarme en un principio. Quizás lo que hay que decir de un entrenamiento para maratón: es que no hay mucho que decir.

Pero aprendí algo importante: Las cosas pueden verse mucho más grandes e impresionantes de lo que realmente son. Y todo, haciéndolo paso a paso, es mucho más fácil. No es que no lo hubiera sabido antes; es el hecho de haberlo comprobado.

Mi meta principal ya está cumplida. Conocer los propios límites es la mejor forma de conocerse uno mismo.

No, no creo que por algo así ya conozco mis límites. Lo que sí estoy seguro es que ahora me conozco mucho mejor de lo que era hace 4 meses. ¿Y qué se hace con éste conocimiento? Ahora que me conozco mucho mejor ¿qué sigue?

No sé, voy para Mazatlán a la semana que viene ¿se acuerdan? Vienen unos días de relajación y hedonismo de 24 quilates que no me dejan espacio para pensar en otra cosa.

sábado, 25 de septiembre de 2010

42,195 metros, razones

Esta idea de correr un maratón, si bien fue una decisión repentina, no es para nada nueva. Hace como 3 años, cuando corrí los 10 km de la Tepabril: me quedó el deseo de hacer algo más.

Fue por esas épocas que encontré en la internet entrenamientos para todo tipo de carreras. Comencé buscando qué hacía falta para mejorar mi tiempo en los 10km, y, como por no dejar; di un vistazo al entrenamiento del famoso maratón.

Como vi que lo de correr no iba por el lado profesional: dejé lo que había aprendido del entrenamiento de los 10km como parte de mi ya extenso acervo cultural. Y lo del maratón: como una de esas cosas que tal vez, algún día, iba a hacer. Y es que, tener una meta así, y cumplirla: me sonaba como algo que se veía bien en el currículum, como para poner la medalla en la sala y como para poder regañar a mis hijos cuando se quejaran de que algo estaba siendo muy difícil. Algo como buen tema para platicar o como para que mis amigos me admiraran aún más, si es que eso es posible.

Todos hemos oído de la gente que pone entre sus metas escalar el Everest. O los famosos “mochileros” que se van de viaje sólo con lo que pueden cargar en una mochila y la disposición de convertir un conjunto de tortuosas experiencias en una aventura para contar de por vida. Pero junto con la admiración que nos pueda causar una meta de éste tipo, también nos llega la pregunta ¿Para qué?

Duré más de dos años con la pregunta en la cabeza antes de creer que sé la respuesta.

Alguna vez oí en algún lado: que lo importante de la vida, está en acumular experiencias, no cosas. Que lo que se nos queda en realidad en la vida, y lo que contribuye a nuestra felicidad, en realidad es lo que hemos vivido y no el tamaño de la bodega de cosas que hayamos comprado.

He ahí parte mi respuesta, pero no es igual. Al pasar la meta: espero ser una persona diferente, espero dolor, espero cansancio, espero calor, sed y mucha fatiga. Pero también espero una sensación de satisfacción por esas cuatro horas de carrera y por estos cuatro meses de preparación. Y sin embargo, aunque correr un maratón es algo difícil; no tiene nada de importante. El mundo será lo mismo, mi ciudad, amigos y familia: serán lo mismo. Yo mismo, quizás un poco más flaco y con un poco más de condición física, pero, en esencia: todo seguirá siendo lo mismo ¿O no?

La verdad: espero que no. Y hay una palabra calve, que si tuviera algo de racional: le daría un poco de lógica a todo este embrollo: Misticismo.

martes, 24 de agosto de 2010

42,195 metros, tercera semana

Estoy comenzando con la tercer semana de un entrenamiento de alrededor de 16. Todo, hasta ahora va muy bien. Éste domingo me tocaron 24 km. Los corrí en dos horas y 26 minutos. Y, aunque no fue mucha la diferencia con la semana anterior: salí con un poco más de problemas: Rosado del lado interior de los muslos y con una amenaza de calambre cuando en mi casa llegué a sentarme. Y, aunque caminé con algo de dificultad durante la mañana del domingo: para hoy martes hice los 10 km sin problemas y en el mejor tiempo desde que comencé con ésta experiencia.

La verdadera prueba comienza ahora con la entrada a la escuela. Me tengo que levantar, correr 8 o 10km depende el día, bañarme y estar listo para llevar a mi hija la secundaria. A la cual entra a las 7:30.

Hoy ya es miércoles, correr 8 km ya no es la parte más difícil del día, es el segundo día que comienzo a las 5:30. Sólo espero que acomodar los horarios no sea tanto problema (sobretodo con los niños, ya que no se levantan tan temprano y no les da sueño hasta alrededor de las 11 de la noche).

Como novedades: Hay un par de señores de alrededor a mi edad que corren también todos los días, quizás también en entrenamiento. Anda también un hombre de más de 60 que corre bastante, aunque se ve un poco gordito. No sé si estaba más, o si de todos modos come más de lo que corre. En éste horario de la mañana, a eso de las 6: me encuentro también a unas señoras (a veces 2, a veces 3) que vienen por el camino rezando el rosario. Hace reflexionar en las razones que nos hacen hacer lo que hacemos, y en dónde preferimos estar y el por qué. Es decir: Cuando la mayor parte de la gente aún está dormida, habemos ya en la ruta de la Colosio: alrededor de 10 personas, y cada uno dueño de sus razones... Curioso éste mundo.

domingo, 15 de agosto de 2010

42,195 metros

La historia que me sabía: era de un señor que se llamaba Filípides, que cayó muerto después de correr desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa. Y que la distancia entre éstas dos ciudades es de 42,195 metros. Ya revisando en wikipedia: me di cuenta que la historia real de los maratones es un poco más loca que la leyenda.

Hoy es domingo. Hace ocho días corrí mis ocho kilómetros de costumbre, pero; la tentación me ganó y me seguí con otros 4. Había estado mejorando mi tiempo sin ningún esfuerzo extraordinario, sencillamente me llegó una racha en la que había podido correr de forma más o menos estable.

Cuando me pasa que dejo de correr por un tiempo y comienzo a perder la condición física que tenía: al volver a correr, busco llegar a los tiempos que estaba haciendo antes de ser vencido por la flojera. Y cuando llego a recuperar lo que había perdido: me queda una sensación de deber buscar algo más. Más distancia, menos tiempo...

Hace ocho días, al terminar mi carrera: mi cabeza no descansaba. Al regresar a casa buscaría otra vez información de fechas, entrenamientos, precio de inscripciones. Estaba seguro que otra vez iba a desechar la idea. La otra vez me desilusionó la cantidad de trabajo, dinero y tiempo que se necesitaba para prepararse. No visualizaba la mejoría que me pudiera dar el entrenamiento, y hacer todo ese esfuerzo para intentar correr por alrededor de 4 horas y media, aparte de difícil, no me llamó la atención.

Ésta vez fue totalmente diferente. Me visualicé una meta y una fecha, y aunque seguía con la duda de poder siquiera completar una carrera de más de 2o km. tan sólo durante los entrenamientos: me decidí. Mis resultados durante el entrenamiento me darían ánimos o me bajarían de nuevo a piso firme.

Llevo entre unas rachas de correr continuo, y rachas de flojera, gimnasio, gripes y hasta un esguince de rodillas que me retiró de la Colosio por mes y medio: 5 años de deportista. Alguna vez corrí los 10 km. de la tepabril en 49 y medio sin ningún tipo de preparación. Un par de años después me estaba preparando para correrla y tratar de mejorar mi tiempo y fue que me vino el esguince (por cusa de una ola, no por correr).

Hoy corrí por primera vez en mi vida 22 km. como lo dice el entrenamiento, después de otros 34 que corrí durante la semana. Invertí en ésta semana: alrededor de 7 horas. Me estuve levantando entre 6 y 6:15 de la mañana. Todo el día de hoy anduve caminando raro y dolorido después de las 2 horas 15 que me costó la hazaña y me esperan otros 4 meses así. Me hacen falta por lo menos un par de tenis, un par de shorts y un par de camisetas para correr. Ahora mismo no tengo idea de dónde voy a sacar el dinero para el hospedaje y el viaje a Mazatlán (lo mejor sería si me puedo llevar a toda la familia). No tengo la menor idea de si la salud u otras cosas me den para terminar el entrenamiento. Pero hay algo de lo que estoy muy seguro; el entusiasmo que siento en éste momento es un lujo que muchos quisieran poder comprar. Y yo, que ya lo tengo: no lo pienso desperdiciar.

Así comienza ésta aventura. Mi meta: 3 horas 45 minutos, domingo 5 de diciembre, 6 de la mañana, Maratón pacífico, Mazatlán, Sinaloa.

domingo, 1 de agosto de 2010

Simón Díaz: Venezolano de oro

Hoy me desperté desde poco después de las 6 de la mañana. Anoche, las actualizaciones del Facebook y un vecino alegre y con varios decibelios de voz; me mantuvieron despierto hasta pasada la media noche. Hoy domingo, fue un ratón y su desvergonzada forma de comer lo que me abrieron lo ojos.

Meditando ante la duda de levantarme para correr o quedarme a ver la tele, ya pegado al as 9 de la mañana me encontré en el biography channel con el final de los días de Franklin. Lástima, me hubiera encantado conocer su historia un poco más, no sólo en el tiempo de la independencia, cuando ya rondaba los 70 años.

Después de varios intentos me animé y salí a correr. La carrera estuvo genial. Aunque no he hecho grandes cosas por aumentar mi condición física, la verdad es que he sido mas o menos constante como no lo había sido en vario tiempo. El viernes fue mi mejor tiempo y hoy no quedé a más de 5 segundos de mi récord. Llegué a casa y fui por mi merecida caguama para recuperar energías mientras recalentaba el desayuno o mientras me bañaba, lo que sucediera primero.

Por no tener otra forma más accesible de perder el tiempo: encendí la tele que seguía en el canal de las biografías. Ahora con la vida del que para mí había sido todo un desconocido: Simón Díaz.

No puedo hacer una biografía con lo que conocí de él en un programa de una hora. Hombre multitalentoso, carismático, amante de Venezuela y amado por Venezuela. Que no es que tuviera la visión para interpretar al alma del venezolano común, es que era su alma de un venezolano común.

Un cosechador de tonadas del llano de Venezuela, del enorme llano, del eterno llano. Tonadas muy parecidas al huapango mexicano que tanto me enchina la piel. Interpretado tanto por Plácido Domingo como por Caetano Veloso, los Gipsy Kings o por mí mismo.

Si tienes la oportunidad de ver la biografía, te la recomiendo mucho, tanto por cómo presentan su vida y su obra como por su hija que interpreta en poética manera lo que su padre no puede por el asunto del vituperio que significa la autoalabanza.

Si no puedes ver la biografía: busca su obra, no hay lugar para el arrepentimiento. Puedes comenzar googleando: Simón Díaz.

viernes, 23 de julio de 2010

Un gusano o medio gusano

Otra vez la comida. Ésta vez; duraznos.

Estamos a finales de julio y mi familia se va una semana a la casa de mi suegra. Tenemos un durazno en la banqueta y nos estuvimos esperando a que estuvieran maduros para poder disfrutar las mieles del esfuerzo de haberlo cuidado todos éstos años. Como ellos ya se van y el árbol se va a quedar solo por una semana; sabemos que los vecinos nos van a ayudar con la cosecha para que no tengamos esa preocupación al regreso.

Bueno, hoy que llegué a comer: mi mujer y los niños me recibieron con dos cubetas de la fruta y anécdotas acerca de la pisca; cómo les cayó uno en la cabeza al estar juntando otro, cómo caían y tenían que correr a alcanzarlos por el declive de la calle. En fin, al terminar mi comida; ya estaba decidida mi mente hacia mi postre. Me hice de tres, los primeros tres que probaría en éste año.

Después de lavarlos: fui a mi taller-estudio-rincón, tomé el libro que estoy leyendo y así reflexionaba y saboreaba entre letras y fruta recién cosechada. El tercer durazno estaba un poco aguado de un lado. Pensé en el palo y los golpes que habría costado llegarlo a la cubeta. Mientras continuaba leyendo y saboreando este que resultó el más jugoso de los tres: ciertas fibras entre la pulpa del durazno; exigieron mi atención. Eran blancas, muy parecidas al color de la pulpa, de un tamaño que no alcanzaba los dos milímetros, muy delgaditas. Pero lo realmente llamativo; era que se movían.

Mientras reflexionaba en éste nuevo tema: mastiqué inconscientemente un par de veces más lo que ya tenía en la boca. Pensé en los higos (alguna vez leí que para madurarse necesitan haber criado una larva de avispa en su inteior, ya que sus pistilos los tienen hacia adentro). Pensé en éstos pequeños seres que no conocen de cochinadas, excepto por lo que ellos mismos saben hacer. Pensé en sus entrañas y por alguna razón pensé en camarones. Pensé en las proteínas extra y en la cantidad de insectos que se dice son comestibles, en los gusanos de maguey que me prometí alguna vez probar. Y en el hecho de que ya la mitad de ese durazno estaba en mi estómago.

Quizás fue la prisa que no me dejó tiempo para saber si estaba tomando la mejor decisión, dado que la saliva ya estaba comenzando con el proceso de la digestión. Quizás el espíritu aventurero que me ataca de cuando en cuando, o quizás haya opiniones que crean que en realidad fue la mejor decisión para tal evento. El asunto es que en pleno uso de mis facultades mentales (sea lo que eso signifique), ese día, de forma totalmente voluntaria: me comí posiblemente uno o dos gusanos de durazno.

Por si las dudas y para mi descargo: la parte de durazno que todavía me quedaba: terminó sus días en el cesto de basura.

domingo, 13 de junio de 2010

Nochistlense

Camino lento, entro al parián desde el lado norte, justo enfrente de La primera Guadalajara. Vengo de comprar una nieve de queso, la cual es mi compañera de viaje hacia el recién remodelado jardín.

A mi lado izquierdo: las tiendas que aparentan haber estado aquí desde siempre, la farmacia, las tiendas de ropa y sombreros, las de novedades. ¡Ah! y la agencia de viajes. Todas con mercancías y exhibidores afuera de la puerta, robando el espacio de los peatones al tiempo que los atrae para que se acerquen a mirar. A mi derecha: el falso muro que crean los portales, que sutilmente te mantienen adentro del carril desde que entras hasta la orilla. Desvío la mirada hacia arriba para ver la bóveda que siempre ha llamado mi atención, con sus decenas de vigas de madera pintadas de café y sus centenas de ladrillos rojos y cemento blanco cumpliendo su interminable misión de proteger del cielo a los que por aquí pasamos. Es un domingo común y corriente de Nochistlán, sin embargo, se escucha fuerte la alegría de unos músicos: un acordeón, un tololoche, tarola y un par de guirarras se acomodan formando un pasillo para la gente al tiempo que tocan sus sones y persiguen a su cliente, que con una cerveza en la mano; se da el gusto de ir pidiendo canciones mientras se mueve de tienda en tienda.

Cruzo la calle hacia el jardín, no hay prisa aquí tampoco, los domingos es totalmente peatonal. Es el medio día y estamos a mediados de mayo, pero no hace calor, llovió unos minutos al amanecer y el cielo aún continúa nublado. Un vientecito ligeramente húmedo, hace el día aún más perfecto. Otra cucharita de nieve mientras repito pasos muchas veces antes dados en éste pueblo tan mío y tan ajeno.

Aunque Nochistlán está en mi memoria desde los primeros recuerdos, aunque la mitad de mi sangre tiene su origen en ésta tierra y aunque fue en éste pueblo donde conocí a mi esposa; nunca he caminado por él sintiendo esa simbiosis de cuando estás en tu territorio. Quizás sólo era cosa de reflexionarlo, y es que ¿quién es de aquí? Mi mamá y sus 9 hermanos nacieron aquí, y sólo mi tío Ricardo contó aquí su historia, y aquí mismo la terminó. Muchos de los otros son más extraños a éste paisaje que yo mismo.

La misma gente de aquí tiene más variedad que las fruterías del mercado. Veo ahora con más cuidado y adivino sin pruebas, historias en los rostros que me rodean. El señor de más de 60 años con su camisa de cuadros, pantalón de mezclilla, sus tenis skechers y una cachucha de San Francisco. Señoras de falda larga, peinado de trenzas y su bolsa del mandado platicando con las de traje sastre, maquillaje y de pelo corto y pintado. También veo parejas sentadas en las mismas bancas donde mi mujer y yo pasamos varios idílicos domingos; igual en el modo de vestir busco pruebas de que alguno de ellos viene de otro lugar, quizás estudiante en Aguascalientes o Guadalajara. Dentro de ésta edad se ven desde los que traen sus botas y sombrero, hasta los de muchos tatuajes, tenis, lentes oscuros, pantalones anchos y la cabeza rapada, como al que perseguían los músicos que encontré hace un momento. Muchos de ellos tienen también su vida dividida entre Nochistlán y algún lugar de California.

Al amparo de la sombra de la estatua de bronce de Tenamaxtle, a más de 4 y medio siglos de que él jugó todas sus fichas en la guerra del Mixtón; decido que desde hoy, también seré nochistlense. Si trajera un alfiler: aquí mismo dejaría una prueba de mi noble sangre, parte caxcana, parte tecuex y seguramente parte española.

No, no es para meterme en política, aunque Moisés Órnelas vuelva a la presidencia por tercera vez. Tampoco pienso opinar de la nueva entrada al pueblo, cuyo camellón me gusta mucho, aunque el asfalto nuevo ya se está desbaratando. O del adoquín y el par de docenas de macetones de metal con azaleas moradas que ahora son la nueva vista del centro. Mi recientemente reconocida nacionalidad nochistlense la acepto aquí, parado también frente a la parroquia de San Francisco, la que hace 16 años fue testigo de los votos matrimoniales que hice con toda la sabiduría que me daban mis 21 años de vida. La acepto aquí pues, y que sean parte también todos éstos árboles que se copetean por las noches de pájaros cagones. La acepto por lo tanto: para gloria de mi patria, para gloria de Dios y para poder saborear mi nieve de queso, aplastado en una de éstas bancas, con las piernas cruzadas y la mirada despreocupada como todos mis conciudadanos, sin sentirme más extraño de lo que son para mí cualquiera de ellos.

¡Y que viva Nochistlán, mi tierra!

sábado, 29 de mayo de 2010

Robar por hambre

Todos hemos escuchado que robar por necesidad no es malo, claro que depende del tipo de necesidad. Siendo el alimentarse una de las necesidades primarias de cualquier ser vivo, robar por hambre; hasta tiene tintes de heroísmo.

Tal vez no sea esta mi mejor decisión, pero escogí éste medio, y éste día para confesarlo. Válganme decir también, que con algo de pena.

Todo comenzó en un día de trabajo como todos, en el que llegué a la empresa de un cliente por un trabajo de rutina: sólo unas programaciones (cosa de 5 minutos de trabajo efectivo). Tardó más el encargado en darse a entender para explicarme y en salir para atenderme, que lo que iba a durar yo en realizar ese pendiente. Y todo iba bien, hasta la parte en la que se acordó: "oye, ¿y podrías dejarme unas lineas listas para conectar el internet?"

Sé que va a ser difícil que me crean, pero lo primero que hace mi cerebro cuando alguien me sale con un cambio tan drástico: es armarse con cientos de razones para explicarle a mi cliente por qué hoy no es el mejor día para hacer ese tipo de instalaciones, y es que un trabajo de 5 minutos, por un detallito que habían "olvidado" platicarme mi cliente: se convierte en un trabajito de 4 horas, como sucedió con éste caso.

De por sí, realizar el pedido de mi cliente ya es un trabajo; pasarme el rato lidiando con mi cerebro acerca del por qué sí o por qué no debería estar aquí, y qué con el cliente que ya tenía cita para éstas horas desde hace más de una semana... Pero en fin, así es mi chamba, y por eso soy tan apreciado por los clientes (por lo menos por esos a los que no les quedo mal con las citas).

Para explicarme un poco: Una de las oficinas donde ocupaban la conexión no tuvo problemas, pero para la segunda (la que estaba más difícil), entre todos los cables que llegaban a ella: no había un triste par que me sirviera. El lugar por donde pasan todos los cables de las oficinas está en la parte de arriba del segundo nivel, y la oficina en la que se necesitaban, estaba en el primer nivel. Había que poner un aparato rastreador de cables en la primer planta y subir y bajar escaleras al segundo nivel donde está instalado el conmutador, luego a la parte de arriba del segundo nivel que es por donde pasan los cables, y que tiene, como atractivo adicional: que ¡ni siquiera hay escalera! Tengo que subir una escalera de aluminio, abrir el techo (plafón) y andar entre el segundo nivel y el techo de lámina de la nave industrial. Que aparte de todo; es la parte más calurienta y reducida de la planta. Y tampoco tiene una bóveda en la que se pueda caminar; tengo que andarme por las barditas y pidiéndole a Dios no olvidar dónde pisar y dónde no para evitar caerme.

Pues pasa que entre tanto andar para allá y para acá: se fija uno en cosas. Por ejemplo: la sala de juntas, en la que quedaban unas pocas personas y un proyector encendido que mostraba algunos datos. Unos minutos después; y el proyector ya apuntaba hacia la esquina de la pared, y dos personas haciendo números en un pintarrón. Después sólo alguien con una computadora portátil y la mayoría de las luces apagadas. Hasta que la dichosa sala quedó vacía de almas y de luces, con sólo el recuerdo de haber servido de algo unas horas antes y unos platos de frutas y otros de galletas tan abandonados como la ahora triste sala.

Cuando ves comida olvidada en un lugar donde sólo huele a plástico caliente (que es la materia prima de ésta fábrica), y sabes que la comida más cercana está más o menos a dos horas, y son ya como las 2 de la tarde... Bueno, la tentación es grande y la carne es débil. Y aún así, robar no es nada fácil, después de repensarlo varias veces para animarme, tuve que correr más de 3 metros adentro de la sala de juntas hasta donde estaba ese plato con apetitosas manzanas, tomarla, esconderla dentro de mi camiseta y subir la escalera de aluminio para llegar hasta mis dominios, para así poder esconderme como fiera en su cubil a saborear mi presa, fruto de la rapiña y la carroña. Mientras tranquilizaba mis nervios de ser encontrado por alguien en los pasillos, al subir la escalera, o aún aquí en mi territorio y sin saber qué cara poner ante tan bajos actos puestos al descubierto.

He pues aquí mi confesión y he aquí la prueba:

Quizás alguien se pregunte por qué no comenté nada de la segunda manzana: Bueno, 15 minutos después la sala y sus platos seguían abandonados, y yo, seguía con hambre. Pero la segunda manzana no vivió la misma historia: No corrí, aunque sí la puse dentro de mi camiseta y sí volvió a ser el cubil el lugar de la consumación. Pero no hubo ni señales de miedo, remordimientos ni reclamos de conciencia.

¡Es increíble lo rápido que un criminal se acostumbra a su nuevo estilo de vida!