domingo, 7 de septiembre de 2014

INSTRUCCIONES MATRIMONIALES

Hurgando entre papeles viejos, me enteré que mi acta de matrimonio venía con un instructivo.

¡Toda una joya!

Luego de pasar un buen rato tratando de entender qué pasaba por la cabeza de las personas que hicieron que esto llegara a un papel oficial, me dio por transcribirlo para que lo juzguen con sus propios ojos, que un día serán manjar para gusanos.

Aún y lo anacrónico que suene, este papel nos lo entregaron hace 20 años, ignoro si el instructivo es útil en los matrimonios de hoy. Ignoro si lo siguen entregando a las nuevas parejas e ignoro si sólo se entregaba en Zacatecas o si era así para toda la república. De hecho, luego de leerle la parte importante a mi esposa, vi como que ella no cree necesitarlo (de alguna manera Dios nos iluminó para sobrevivir sin usar el instructivo para completar ya 20 años de contrato conyugal ininterrumpido). Tengo, sin embargo; un par de quejas correspondientes a su obediencia y veneración, pero por el momento, aquí no es el lugar de levantar acusaciones.

Disfrútenlo:

INSTRUCCIONES MATRIMONIALES
El matrimonio es un contrato civil entre un sólo hombre y una sola mujer que se unen en sociedad legítima para perpetuar su especie y ayudarse a llevar el peso de la vida.
Este es el único medio de formar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano.
Esto no existe en la persona sola, sino en la dualidad conyugal. Los casados deben y serán sagrados el uno para el otro y aún más lo que cada uno para sí.
EL HOMBRE: cuyos dotes sexuales son el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como la parte más delicada de sí mismo y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al más débil, especialmente cuando este débil se entrega a él cuando por la sociedad se le ha confiado.
LA MUJER: cuyos dotes sexuales son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido: obediencia, agrado, asistencia, consejo, consuelo, tratándolo con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca e irritable y dura de sí mismo. El uno y el otro se tendrán respeto, deferencia, fidelidad confianza y ternura y ambos procurarán que lo que uno esperaba del otro al unirse con él no vaya a desmentirse con la unión. Ambos deberán prudenciar y atenuar sus faltas. Nunca se dirán injurias, porque las injurias entre los casados, deshonran al que las vierte y prueban su falta de tino y de cordura en la elección; ni mucho menos se maltratarán de obra, porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.
Ambos deben prepararse con el estudio amistoso y mutua corrección de sus defectos a la suprema magistratura de padres de familia para que cuando lleguen a serlo sus hijos, encuentren en ellos buen ejemplo y una conducta digna de servirles de modelo. La doctrina que les inspire a esos tiernos lazos de su afecto harán sus suerte próspera o adversa y la felicidad o la desventura de los hijos será la recompensa o el castigo, la ventura o la desdicha de los padres.
La sociedad bendice, considera y alaba a los buenos padres, por el bien que les hace dándoles buenos y cumplidos ciudadanos; y la misma censura y desprecia, debidamente a los que por abandono, por mal entendido cariño o por mal ejemplo, corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió concediéndoles tales hijos.
Y por último, cuando la sociedad ve que tales personas no merecían ser elevadas a la dignidad de padres, sino que sólo debían haber vivido sujetos a tutela por incapaces de conducirse dignamente se duele de haber consagrado con su autoridad, la unión de un hombre y una mujer que no han sabido ser libres y dirigirse por sí mismos hacia el bien.

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