sábado, 30 de agosto de 2014

Mi vaso de agua

Definitivamente lo tengo que contar. El truco, para que no me juzguen; es que voy a entreverar algunos datos falsos. Pero eso sí, la mayor parte de lo que voy a contar en realidad sucedió.

Además, si somos honestos; todos hemos hecho algo de lo que no nos sentimos completamente orgullosos. Y si hubieran estado en mi situación, muchos de ustedes hubieran hecho lo mismo. Bueno, tal vez no, pero igual lo hice.

El lugar es un rancho en Ixtlahuacán de los Membrillos, más o menos a 10 minutos de Ajijic. Un hermoso lugar a la orilla de Chapala donde gringos y canadienses en retiro descubrieron el paraíso lejos de sus climas extremos y sus caóticas y consumistas vidas. Mi misión era hacer llegar una línea telefónica de forma inalámbrica hasta el rancho de descanso que les platiqué antes en Ixtlahuacán.

Para el par de señores, que tienen poca variedad durante las largas 24 horas que tienen los días de alguien retirado, yo era lo novedoso de la semana.

Tan pronto llegué me entrevistaron acerca del alcance de lo que ya me habían contratado y aunque les hablé en un inglés casi perfecto, batallaron para entender la idea del trabajo que iba a hacer. Un par de horas después de haber estado en su azotea, ya creían que lo que fui a hacer era en serio y hasta les llegó la compasión:

--Would you like a glass of water?-- me preguntó uno de ellos.

--No thanks-- le contesté.

Y la verdad es que no quería. Quizás para ellos era toda una hazaña que yo hubiera durado tanto en la azotea sin desvanecerme, pero habérmelas pasado sentado con la computadora en las piernas y a la sombra de los tinacos del agua; lo hizo bastante fácil.

Ante la insistencia y mi falta de argumentos en inglés, acabé recibiendo el vaso de agua y hasta le di un par de sorbos. Ellos aún tenían ganas de platicar, pero mi trabajo apenas comenzaba, así que me escabullí con el pretexto de planear la ruta de los cables y llevé conmigo el vaso de agua deliciosamente helada.

Un par de veces más subí a la azotea, hice conexiones y tiré los cables de los 2 departamentos, pero en mi pensamiento rondaba mi vaso de agua. Ahora sí lo iba a necesitar, pero; mientras pensaba en otras cosas el famoso vaso se había quedado en el suelo, allá en el primer piso.

No realicé un censo exacto, pero en el rancho habitaban como 4 perros y aunque había una charca a escasos 20m, mi vaso de agua, en el suelo, al lado de la maceta que marcaba el lugar en el que iba a perforar para pasar los cables; estuvo demasiado tiempo en peligro de ser aprovechando por alguien más listo, o sediento.

El plan era bastante claro: iba a estimar la exposición que tuvo mi vaso de agua a las ocurrencias de los perros. En caso de dudas, me arrimaría a hacer algo a la camioneta, y el vaso de agua sería parte del riego que mantiene a estas plantas tan verdes. Si se podía, buscaría una llave para enjuagar el vaso. Mendigar por otro vaso de agua sería algo que me saldría de forma natural con el sudor que ya me cubría y la cara de cansancio que aún podía exagerar un poco.
El perrito del inquilino de abajo tenía una divertida forma empanzonada con patitas flacas y cortas. Tan pronto me vio se me acercó con algunos desganados ladridos ¡juro que vi que le goteaba el hocico! mi agua y las babas de este animal formaban una extraña emulsión en mi imaginación.
Me acerqué a la maceta y recogí el vaso. Lo vi, lo olí, revisé con extremo cuidado las orillas para comprobar que estaban totalmente secas, pero la duda estaba fuertemente sembrada.

Seguí hacia la camioneta pensando si lo que estaba a punto de hacer era algo que iba a tener que confesar en mi lecho de muerte <estaba a punto de desperdiciar un excelente vaso de agua basado en acusaciones sin fundamento, y planeaba abusar fingiendo haber disfrutado del agua para obtener gratis otro vaso más. No sé si Dios perdone tanto cinismo mentiroso>, ya estaba escogiendo el arbusto que recibiría mi fresca agua cuando escuché las voces de mis clientes que notaron mi actividad gracias al pinche perrito mientras salían a la terraza para ser testigos de mi labor. Retrocedí dos pasos en mi plan. Dejé el vaso mientras busqué alguna sofisticada herramienta esperando a que mis nuevos "friends" se descuidaran, pero entendí que desde allá arriba se debía notar que el vaso de agua seguía casi lleno. Faltaba subir a hacer las conexiones y engrapar el cable en el departamento del amigo que me había ofrecido el agua. Mi boca gritaba ya por algo húmedo, el oxxo estaba en Ixtlahuacán, a un par de horas que pudiera salir del rancho y un par de horas de sed no era tan agradable a estas alturas.

No me juzguen, pero me regresé a los departamentos sin haber logrado mi fechoría, con el taladro en una mano y el vaso todavía con agua, fresco y ningún mal signo; en la otra. Los vi con su cándido rostro sonriendome mientras subía la escalera, agarré aire, puse en blanco mis pensamientos y medio litro de lo que espero era sólo agua se convirtió en parte de mi organismo en una forma deliciosa. Ahí a mitad de la escalera se soltó un agradable viento que refrescó el sudor que me bañaba, quizás como consuelo para lo que acababa de hacer.

Le entrgué el vaso al hombre y agradecí, me ofreció si quería más, pero ese medio litro de agua y otro tanto de culpa acabaron con la sed y dije no gracias. Esta vez sí me creyó.

Me despedí con un "adiós" en perfecto español ya sin signos de deshidratación de mis amigos y del perro cuando el sol se enfilaba a su descanso obligado de todos los días.

Este día descubrí que la sed le quita a uno ciertas exigencias y tal vez; que la baba de perro no tiene mal sabor.

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